La reciente inauguración de la ampliación Moneo del Museo del Prado permite recuperar la pintura española del siglo XIX y, particularmente, el subgénero de la Pintura de Historia. Cuadros como Juana la loca, Los amantes de Teruel o La rendición de Bailén permanecían arrinconados por falta de espacio y de voluntad expositiva.
Carlos Reyero considera los cuadros de ese género -la mayoría realizados sólo en treinta años- en el contexto de la construcción de una identidad nacional española.
El cuadro que representa El fusilamiento de Torrijos es un icono de la libertad en España. Fue encargado por el liberal Sagasta bajo la regencia de María Cristina. Pedro de Madrazo afirma que los personajes del cuadro representan mejor que Goya la heroicidad y dignidad de los españoles porque los pinta con nombres y apellidos, no refugiados en el anonimato ni en la aparente indigencia -la frase literal es feos e innobles pillastres sacado de la hez del vecindario madrileño.
José María de Torrijos fue un general liberal encarcelado al apoyar el pronunciamiento de Lacy. Tras el breve intervalo del trienio liberal tendrá que exiliarse a Inglaterra (donde se integra en el romántico colectivo de Apóstoles de Cambridge) hasta 1830 cuando llega a Gibraltar, donde prepara su llegada a España pero su plan será descubierto. Fernando VII ordena la ejecución de Torrijos y de cincuenta y dos compañeros. Que los fusilen a todos, dijo el rey.
Ahora El Prado inaugura nuevos espacios y Sus Majestades son ubicados para la foto de rigor ante el cuadro de Gisbert, en que el antepasado felón de nuestro monarca ejecuta a Torrijos. ¿Casualidad, despiste, intencionalidad?