Fdez Hurtado llevó a Bernesga una propuesta arriesgada (mucho más arriesgada aún si tenemos en cuenta los tiempos que corren). Visto el dominio que este pintor segoviano posee de aspectos tan cruciales como la perspectiva y la captación del objeto, le resultaría mucho más sencillo transitar por esos lugares más comunes del paisaje urbano o del bodegón tradicional. Sin embargo, da la impresión de que un pasado como ciclista deja una huella indeleble en todo individuo, una suerte de cicatriz que recuerda el esfuerzo y la tenacidad, y todo ello se evidencia en esta muestra. No puede ser otra cosa que el reto de la dificultad y de la honestidad lo que hace preferible trasladar a la tabla una, a priori, miserable colilla a una lustrosa manzana. En esa necesidad del riesgo Fdez Hurtado transgrede las jerarquías tradicionales, esas absurdas jerarquías que aún están presentes –quizás más presentes que nunca— en la mentalidad de muchos artistas. Son, en efecto, los objetos cotidianos del estudio del pintor los protagonistas de los cuadros, objetos a menudo invisibles que se hacen visibles en un espacio que da coherencia y unidad temática a la exposición, cuyo conjunto también se homogeneiza formalmente bajo las tonalidades blancas (siempre complejas de dominar debido a los efectos de la luz).

Todo aquel que visitó la muestra pudo tratar de componer las partes del estudio del pintor, construyendo un relato culminado en un todo velazqueño del siglo veintiuno, donde la musculatura miguelangelesca de los personajes de La fragua de Vulcano se transformó en la cotidianidad de la gordura de nuestros días y la fragua ahora es un futbolín. En la fragua –no se tiene que olvidar que fue pintado en Italia— se abordó la mitología cuando el devenir del diecisiete imponía la religión. Velázquez se salió del sendero tradicional del Barroco hispano y tuvo siempre en mente dignificar su profesión; Fdez Hurtado es uno de esos pintores que, siguiendo la estela de los maestros, se salen del sendero y dignifican la profesión.

(La foto es una captura de pantalla de este vídeo de la tele de Castilla y León)




















(Foto: febrero 2010)

Era el invierno
Era la confirmación
De que no querías verme 

Eran los dioses
Era lo que no se podía explicar
No amanece en la ciudad

Todo lo que pasado resucita en nuestra miseria
En las nubes de León todo se perderá