Supongo que a cualquier leonés con un mínimo de conocimiento le parecería raro el siguiente titular: "Asesinados estudiantes de la Universidad de León en 1936." Y no sería por lo controvertido del contexto histórico del momento, en medio de una guerra civil, sino porque la Universidad de León no fue una realidad hasta 1979, cuando la Transición propició -erróneamente, a nuestro juicio- la creación de decenas de universidades por toda la geografía nacional. (Esta página nos muestra dicha realidad de forma evidente.)
Sin embargo, algunos se quedan tan anchos. Por desgracia, el nivel cultural de muchos periodistas, tan alejado del deseable, provoca que titulares como el presentado anteriormente se cuelen entre las noticias que podemos leer a diario. ¿No sería necesario otro tipo de redactores, más apegados a los conocimientos locales e históricos, para determinadas noticias?


Se esperaba con expectación el cambio de imagen corporativa de Radio Televisión Española. ¿Por qué esa necesidad de modificar lo anterior? Cuando se trata de un organismo público las razones políticas son evidentes. Sin embargo, en vez de gastar el dinero en realizar programas de calidad, parece que a los responsables del Ente les interesan otro tipo de cosas. Apuestan por una plantilla joven -despreciando a reconocidos profesionales como Maldonado, Gozalo o De la Casa, que ahora prestarán su experiencia en otros medios- y, por lo tanto, precisan de una imagen moderna (tal vez sería mejor decir posmoderna).
El resultado no puede ser más desolador. No queremos saber cuánto puede haber costado al erario público la realización de esa horrorosa mancha azul. Y lo peor es que traten de tomarnos el pelo con una supuesta profundidad conceptual, como si la realizara Kandisnsky. Seguro nos dicen que la nueva mosca, por ejemplo, simboliza la modernidad de un nuevo concepto de televisión del nuevo milenio que trata de interactuar con un espectador culto y sensible. En fin, una pena. ¿Acaso la Coca-Cola o Nike han cambiado su logo?















Dijo Gregorio Marañón que San Manuel Bueno, mártir permanecería en el futuro como una de las obras clave en la producción novelística de Unamuno. Efectivamente, ésta es una novela -no nivola porque el paisaje, la hermosa comarca de Sanabria, posee una significativa importancia en el relato- con un marcado componente filosófico. Muchos, a la hora de buscar el Existencialismo, leen La náusea o El extranjero porque no se atreven con Shopenhauer. Yo recomiendo algo aun mejor: aprender con Unamuno al tiempo que observamos las andanzas de San Manuel por aquellas bellas tierras zamoranas, a menudo tan dejadas de la mano de Dios. Y del político.

Puede considerarse a Marina como una precuela de la aclamada La sombra del viento. La misma Barcelona mágica y modernista -aunque retratada en dos épocas tan distintas como los años cuarenta y ochenta-, los similares personajes poderosos que devienen en tipos decadentes que habitan mansiones fantasmagóricas. En definitiva, similares universos oníricos pero reales protagonizados por dos niños, Óscar y Daniel. Si bien da la impresión de que Marina es demasiado infantil para los adultos y La sombra es muy adulta para los niños, ambos libros caminan por esa delgada línea -existente o no- entre la novela juvenil y la novela (sin adjetivar).
Zafón es un excepcional escritor, con un dominio absoluto de la técnica narrativa y del lenguaje. Marina nos ofrece una clara muestra de lo que va a ser Zafón. Es como Picasso pintando Ciencia y Caridad. "Este tío llega seguro".

El principal mérito de este relato sobre la vida cotidiana en el País Vasco es su valentía. Pocos se han atrevido a tratar la falta de libertades que padecen algunos ciudadanos vascos. Una tierra con tantas virtudes que, inevitablemente, quedan oscurecidas por sus miserias. Sus hermosos paisajes o su excelente tradición gastronómica aparecen siempre en un segundo plano debido a la tragedia que vive esa sociedad.
Un profesor amenazado y un joven terrorista, encarnados por Coronado y Jaenada, nos guían en una historia donde la amenaza y la tensión no adquieren el nivel necesario para que el espectador logre introducirse totalmente en la narración.
A pesar de sus defectos, sin embargo, la realización de esta película era necesaria. Que no se olvide.

Cuarón es de esos cineastas que tienen por destino la irregularidad. Capaces de lo mejor y de lo peor -como decían de Marco Van Vasten y de Salvador Dalí- arriesgan sus carreras en la búsqueda de la dificultad.
Si con la pretenciosa Grandes esperanzas casi levanta al mismísimo Dickens de su eterno descanso, anteriormente había logrado convencer a casi todos con una tierna aventura fantástica llamada La princesita. Posteriormente una road movie, con tres excepcionales interpretaciones, devolvió al director su confianza y fue elegido por la fábrica Potter para rodar con mediocridad una de sus aventuras.
Tras este recorrido profesional el destino de Cuarón no podía ser otro que un relato de ciencia ficción. La ausencia de fertilidad provoca el caos en el planeta. Desde ese momento se establece la eterna y maniqueísta lucha entre Bien y Mal. El director construye una consistente película de género. La repetición de algunos recursos como la acumulación de obras de arte -por ejemplo V de Vendetta- no hace sino contextualizar la obra donde interesa, en ese estrecho límite entre lo real y lo increíble. La gris Londres convertida en la aun más gris capital del caos.