Las novelas de Carvalho huelen y saben. Porque pocos como Vázquez Montalbán han conseguido aunar buena literatura y gastronomía de una forma tan aparentemente sencilla. Carvalho, al tiempo que investiga, se introduce en las cocinas y toma el mando de los fogones, degusta platos en restaurantes de toda clase y opina sobre tradiciones culinarias más o menos heterodoxas. Lo que define a Carvalho, pues, es su sentido del gusto. Al contrario que Holmes o Spade, Carvalho no posee una rigurosa caracterización fisonómica; de Carvalho se conoce su escepticismo -a veces nos cae muy mal- o su pasado comunista o en la CIA.
Precisamente será el asesinato del líder del PCE, la excusa para que Vázquez Montalbán realice un interesante análisis político del comunismo español en la transición. Los antiguos camaradas recurrirán a Carvalho para esclarecer la muerte de su carismático máximo dirigente. Carvalho tendrá que desplazarse a Madrid, lo cual siempre es un aliciente añadido (Madrid de mañana huele a churro y porras y es imposible tomarse un buen pan con tomate).
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