Hay tres novelas que todo leonés debería leer. No, tranquilidad, Volverás a Región, no está entre ellas.  Las obras a las que me refiero son Luna de lobos, La fuente de la edad y El año del francés. Ésta, probablemente, sea la menos destacada a nivel temático. Sin embargo, las carencias argumentales quedan compensadas por el magistral retrato que Aparicio realiza de la capital leonesa de mediados del siglo pasado. Una vieja urbe de cafés y cines, de bohemios y poderosos. La excusa es un Congreso literario. Miranda, el protagonista, representa la heterodoxia en el tradicional ambiente literario de una decadente ciudad de provincias. Escribe un libro que puede suponer un punto de inflexión en el universo literario local. El autor consigue cerrar la obra magistralmente, con coherencia, algo que no está al alcance de muchos.































El debate sobre la buena y mala literatura será eterno. Sartre defendía una literatura comprometida; Borges -siempre Borges, para bien o para mal- dijo que la literatura comprometida era como la equitación protestante; para él, sólo existía literatura buena o mala.
No cabe duda que Roberto Bolaño hacía "buena literatura". Era un tipo que sabía de qué trataba el asunto. Tal vez el mejor dotado desde García Márquez; por encima de Sábato, incluso. Cuando tomé Los detectives salvajes en mis manos percibí rápidamente que me encontraba ante una obra maestra. Novela de poetas, críticas a Octavio Paz, mujeres y hombres, bibliofilia, facultades y cafés, revistas y sueños. Sin embargo, llegué a tres cuartas partes -como si estuviera en un eterno campo de fútbol- hastiado, y mi admiración se tornó decepción. Bolaño cayó en la megalomanía y en el exceso. Y realizó una gran obra pero que no quise terminar. Confieso que he pecado.



















Advertimos al lector que las palabras que siguen carecen de interés como ejercicio de estilo. La que sigue es nuestra peor crítica, pero los siguientes tipos no merecen mayor consideración literaria (proporcional a la que tienen ellos con nuestros oídos). Son malos hasta decir basta. La cantante no sabe entonar, como su tío. Además dicen que es modelo, lo que parece a todas luces incomprensible si observamos su rostro. Modelo de apellido, me temo. Una modelo no muy agraciada que es vocalista de un grupo pero que no canta bien. ¿Esto es lo que nos espera en el siglo XXI? Que regrese Sinatra, por favor.