El debate sobre la buena y mala literatura será eterno. Sartre defendía una literatura comprometida; Borges -siempre Borges, para bien o para mal- dijo que la literatura comprometida era como la equitación protestante; para él, sólo existía literatura buena o mala.
No cabe duda que Roberto Bolaño hacía "buena literatura". Era un tipo que sabía de qué trataba el asunto. Tal vez el mejor dotado desde García Márquez; por encima de Sábato, incluso. Cuando tomé Los detectives salvajes en mis manos percibí rápidamente que me encontraba ante una obra maestra. Novela de poetas, críticas a Octavio Paz, mujeres y hombres, bibliofilia, facultades y cafés, revistas y sueños. Sin embargo, llegué a tres cuartas partes -como si estuviera en un eterno campo de fútbol- hastiado, y mi admiración se tornó decepción. Bolaño cayó en la megalomanía y en el exceso. Y realizó una gran obra pero que no quise terminar. Confieso que he pecado.