El personalísimo mundo desarrollado por Murakami en Tokio Blues continúa en esta novela. A veces, incluso, da la impresión de que el protagonista de ésta es Toru, el de Tokio. Aún más, existe algo similar a otro triángulo amoroso, pero ahora no es un hombre el que nos cuenta su propia historia sino la de otra mujer, Sumire, de la que está perdidamente enamorado (Sumire, a su vez, se enamorará de otra mujer). Si partimos de la premisa de Murakami como traductor de Salinger la comparación Sumire-Holden es inevitable.
A quien no le haya gustado Tokio, tampoco disfrutará con Sputnik. Muchos podrán pensar que estamos ante otra dosis de simpleza en la de nuevo aparecen gatos. De nuevo el libro desprende esa melancolía y ese mundo angustioso pero real -que es el nuestro-. De Murakami me llama poderosamente la atención esa actitud de sus excéntricos personajes, que a menudo se conducen como perdidos por la vida de un modo inexplicable.