La vinculación entre turismo y cultura es íntima. El hecho de viajar, cuando no fue provocado por necesidad (exilio, huida, guerra, búsqueda de mejores condiciones), tuvo a lo largo de la historia una motivación intrínsecamente cultural: curiosidad y deseo de conocimiento de otras culturas, aprendizaje, interés científico, estudio. El viaje de peregrinación, por ejemplo, también se puede inscribir en este ámbito. El peregrino se desplaza por un motivo religioso o espiritual (íntimamente relacionado con ese sentido de cultivo, avance personal, que es kultur, en su etimología alemana). La Meca, Jerusalén, Roma o Santiago se convierten en grandes centros receptores de individuos que viajan. Evidentemente, aún no se puede hablar de turismo, ya que éste se trata de un fenómeno posterior, pero la raíz y el espíritu de lo que denominamos turismo cultural se encuentra en esa tipología viaje. 
También fue muy común el viaje del artista para comprender y estudiar otras culturas, sobre todo con destino a Italia. Son fundamentales para la Historia del Arte, por ejemplo, los dos viajes que Velázquez realiza a Italia (aunque el estrictamente cultural sea el primero, aconsejado por Rubens). Ese viaje de búsqueda intelectual puede ser considerado el antecedente del que la aristocracia europea realizará bajo el nombre del Grand Tour: se trata de un recorrido, eminentemente cultural, muy común durante los siglos XVII o XVIII por Francia e Italia, especialmente.  
Posteriormente, el Romanticismo sentirá predilección por conocer los lugares exóticos y las ruinas del mundo antiguo y medieval. Intelectuales como Byron o Mérimée son buena muestra de ello, desplazándose a espacios que consideraban pintorescos, alejados de los centros culturales de la época. España, sin ir más lejos será uno de esos sitios que cautivará a muchos por su peculiar mezcla de pasado islámico y cristiano, su picaresca, sus mujeres raciales o sus bandoleros.
Sin embargo, no se puede hablar de turismo hasta la aparición de viajes multitudinarios organizados con un fin lucrativo. Efectivamente, es el inglés Thomas Cook el primer empresario del Turismo cuando en 1841 organiza un viaje para 500 personas a Leicester con motivo de un Congreso Antialcohol. La aparición en esos años de este tipo de viaje -ya consensuado por muchos especialistas como el inicio del turismo, debido a su vocación comercial y de masa-, no es casual. En efecto, el contexto de la Revolución Industrial es fundamental para comprender este fenómeno: mejora de transportes, trabajos asalariados, valoración del ocio.






















Portugal también es mi tierra. No me siento distinto de un portugués, que es un leonés también. Me gustaría, como a Torga y a Unamuno, una Unión Ibérica, una utópica unión, quizás tan utópica como esa Iberia de piedra que navega a través del Atlántico en la fábula de Saramago. Mendizábal también pensó en esa unión bajo el cetro de Don Pedro. A fin de cuentas estamos hablando de un Emperador, del hijo de un rey portugués y de una hermana del monarca español. En El imperio eres tú se mezcla la vida de Pedro I, que es la historia brasileña -y que, a su vez, también es la historia portuguesa-, con la vida de sus mujeres. Porque Don Pedro era una mezcla de Napoleón con Don Juan. Un orgulloso emperador y un pendón irredento retratado en esta novela que tiene todos los ingredientes para ser lo que es: una gran novela. Quizás todo se reduzca a algo más simple: alguien nacido en una habitación decorada con escenas de El Quijote no puede sino acabar convertido en el protagonista de una fascinante vida novelesca.