La bellísima foto es de J. F. Salvadores










Ayer, el periodista leonés Fulgencio Fernández le hizo un reportaje al mítico 'Grillo' de Casetas. Luego busqué en Google "Las Casetas de Oceja", que es como realmente se llama aquel lugar.
Para mi sorpresa (quizás por eso que llaman caché), la primera entrada pertenecía a un blog que escribí durante un tiempo y que había olvidado totalmente porque corresponde a una época a la que me cuesta regresar y no quiero recordar. Una bitácora (entonces también se llamaban así) que, por esas cosas inexplicables del destino, tenía por nombre: Víspera de resplandores. Bueno, por esas cosas inexplicables del destino y porque era el título de una hermosa canción de los Héroes del Silencio.
La segunda entrada que apareció en el buscador fue la de otro buen periodista leonés, más joven, Emilio Gancedo. Muy interesante, también. Y también dedicada a 'El Grillo', como la de Fulgencio. Pero también llama Casetas a ese lugar realmente llamado Las Casetas de Oceja, un lugar terrible para mi universo porque allí se mató mi abuelo en 1954. Uno de 'Los 14'.





















Hace unos diez años cociné una tortilla de patata siguiendo los consejos de mi abuela. Para sorpresa de todos, comenzando por el que escribe, me quedó espectacular. Fue la primera pero también la última. Y es que el intento de satisfacer las enormes expectativas generadas después de una fabulosa opera prima provoca mucha ansiedad. Orson Welles jamás lo logró con Ciudadano Kane y María Dueñas tampoco lo consigue ahora (era una compleja misión...), pero sería injusto afirmar que no ha escrito una buena novela. Al menos ellos fueron capaces de superar el miedo escénico; me temo que mi segunda tortilla tardará tiempo en ser cocinada.
Pero regresemos a la Misión Olvido. El propio título de la obra la define perfectamente. Un título que aparenta superficialidad comercial pero que encierra algo más complejo e interesante. Efectivamente, al comienzo la obra da la impresión de que va a transitar por el fácil sendero del best seller (ahora están de moda los destinados a mujeres) y que va a vivir de las rentas de El tiempo entre costuras. Nada más lejos de la realidad. Ante nosotros se presenta una estructura en modo alguno simple, un relato en tres planos de los tres personajes destacados: el viejo profesor Andrés Fontana, el carismático Daniel Carter y la protagonista Blanca Perea -que tampoco llega a superar a la ya mítica Sira Quiroga- con el nexo común del estudio de la literatura española y el exilio. Siempre es grato reencontrarse con tipos como el gran Américo Castro.
Estamos ante una novela de segundas oportunidades. Algo tópico sí que es, reconozcámoslo, pero la esperanza en estos tiempos difíciles nunca está de más. Por otro lado, no deja de resultar curioso que quien esto escribe tenga en su cajón un borrador, a la espera de ser terminado, de una que se llama Todas las oportunidades son las últimas. (Ojalá que nadie me quite el título, cuya maternidad, por cierto, no es mía, aunque como aquí no entra nadie es improbable que alguien se entere). Y es que a mí me dijeron que la última oportunidad era, efectivamente, la última. María Dueñas viene a demostrar aquí lo contrario.
Pienso que la facilidad de María Dueñas para recrear el pasado es lo más destacado de su narrativa. La reconstrucción que hizo del Marruecos español fue sublime. Inevitablemente debo repetirme: ni Misión Olvido es El tiempo entre costuras, ni Blanca Perea es Sira Quiroga, ni la California Hispana es el Marruecos español. En su defensa se debe exponer que a la autora tal vez no le interese profundizar en esa reconstrucción californiana. Un gran error, pues el tema parece muy atractivo. ¿Por qué, María, por qué? Es más, en Misión Olvido ese regreso al pasado dueñiano -si se me permite tal expresión- se centra, quizás tirando demasiado del estereotipo, en aquella España y aquel Madrid de los años cincuenta que comienza a revivir tras la guerra y sobre todo en la Cartagena (ciudad donde reside la autora) de la base militar americana.
Resumiendo: ¡Más California y menos España!, rezaría la pancarta que yo mostraría como protesta a María Dueñas si su novela fuera mala, que no es el caso, porque esta novelista -definitivamente consolidada- propietaria de un particular estilo evocador y de una prosa que envuelve, ha superado con creces la prueba de fuego de todo creador: la segunda obra.
Algo que yo no he logrado con mi tortilla.