En la cadena televisiva Cuatro, en pleno fomento del nacionalismo español durante la Eurocopa de fútbol para rentabilizar la inversión por los derechos televisivos (cosa que contrasta con la línea editorial del grupo PRISA), acaban de decir que Viena fue "la capital de la monarquía absoluta durante la Edad Media y Moderna".
Si tenemos en cuenta que el concepto de Monarquía Absoluta es propio del siglo XVII, nos encontramos ante un nuevo error de conceptos históricos. En la Edad Media la monarquía no es sino la cúspide de un sistema feudal donde el poder de los reyes aparece limitado por la obligatoria necesidad de sustentarse en el gran poder de algunos nobles y de determinadas instituciones eclesiásticas.
La Edad Moderna traerá consigo el establecimiento del Estado Moderno, en el que los reyes intentan sustituir el poder medieval de la aristocracia mediante la creación y potenciación de determinadas instituciones propias. En España este proceso se observa perfectamente: Santa Hermandad, Corregidores, burócratas o diplomáticos formados en Universidades Humanistas (que sustituirán en la Corte a la tradicional nobleza).
Por último, ya en el siglo XVII, la monarquía avanzará siguiendo las teorías, entre otros, de Bodino hacia un origen divino de la misma que provocará el rechazo en el XVIII del pensamiento Ilustrado.
Cuatro, por tanto, se equivoca, no hay monarquía absoluta en la Edad Media.




El pescador del cuadro es una de las figuras que más sentimientos de compasión han despertado a lo largo de la Historia del Arte. Es tal su sencillez y humildad que el espectador llega a sentir culpabilidad e impotencia ante la miseria que contempla. El cuadro transmite un silencio sobrecogedor y sus colores apagados contribuyen a reforzar la empatía. Freud y Einfülung. El espectador proyecta sus lamentos y pesares sobre el cuadro.
Tomando como asunto el pescador, tema bíblico por excelencia, la pintura nos remite a un medievalismo donde el directo mensaje de la sencillez es más importante que el intento de captar la perspectiva. A pesar de que hoy nuestra memoria visual está acostumbrada a todo tipo de imágenes, debemos tratar de situarnos en el contexto pictórico en el que fueron realizadas. Las críticas fueron enormes, pero personajes como Gauguin o Picasso, dotados tanto de un ojo como de un pincel precursor, lo admiraron. El sistema de representación de la realidad imperante desde el Renacimiento, comenzaba a mostrar evidentes síntomás de agotamiento. Los cubistas, definitivamente, acabarían con él.

Hace cinco años que tengo el ordenador desde donde escribo y que me conecté a la red de redes por primera vez. Desde entonces mis conocimientos sobre su mundo se han multiplicado. Reconozco, sin complejos, que desconocía hasta la función de copiar y pegar. Era un analfabeto tecnológico, un ser que se encontraba al margen de la sociedad. Prefería leer a Ángel González (espero que no suene demasiado pedante). Pero en pocas semanas desde la compra de aquel artefacto, conseguí lo básico para sobrevivir en la nueva jungla digital. Y, pese a mis evidentes temores, me costó menos de lo esperado.
Tuvo que ser en el extranjero donde asistí a una asignatura en la que se ponía en relación los conocimientos humanísticos adquiridos con anterioridad con las nuevas tecnologías. Pese a mi inexperiencia y a las dificultades logísticas -allí no disponía de ordenador propio y tenía que apañarme para realizar los trabajos en equipos públicos- el esfuerzo dio sus frutos y obtuve una nota equivalente al sobresaliente español (el profesor era de la carrera de informática; no de letras). En un año los progresos realizados habían sido asombrosos para alguien como yo.
Hoy me defiendo. Conozco el funcionamiento de los principales programas, leo artículos y páginas más o menos especializadas.
¿Pero y al revés? Hoy es fácil poner un fondo nuevo a un blog, crear una base de datos, adjuntar una foto, incluso programar el "hola mundo" pero, extrapolando los conocimientos básicos tecnológicos a las humanidades, podríamos dudar que los tecnólogos sepan quién es Platón y qué es una Monarquia Autoritaria o lo sublime. Hay, pues, algo que va mal.