Vivimos en una tierra sin memoria pero las personas como Arturo Pérez-Reverte aun nos hacen albergar un hálito de esperanza. Porque Reverte no hace esa novela histórica tan de moda y tan estereotipada, lo que Reverte realiza, es al mismo tiempo novela e historia, como Galdós. Qué duda cabe que está en lo alto del escalafón pero siempre ha sido un tipo valiente, sin complejos, con un par.
En esta obra de encargo para conmemorar la famosa batalla contra los ingleses, Reverte llega a la culminación de su narrativa. Creo que pocas veces pueden lograr combinarse tantas cosas con tanta precisión. El autor logra integrar de manera casi increíble el complejo léxico técnico de la navegación con expresiones populares, extranjerismos y onomatopeyas creando un lenguaje propio y reconocible. El mérito está en que jamás se pierde la agilidad narrativa y en todo momento nos sentimos a bordo de ese ya mítico Antilla.
Villeneuve siempre pasará a la historia como el torpe comandante que no se atrevió a cumplir el plan napoleónico de invadir Inglaterra por lo que, de rebote, acabó en Cádiz. El mezquino Godoy, siempre fiel al papá francés, dijo que sí a la lucha contra los ingleses en Cádiz, una batalla perdida de antemano, con una tropa inexperta reclutada a la fuerza como ese memorable barbateño Marrajo. El resto es historia. ¿O novela?