Ciencias Sociales es el nombre que se otorga a una serie de materias relacionadas con el comportamiento y las actividades del ser humano. Cuando hablamos de Ciencia, sin embargo, siempre surge una inmediata relación con materias de otro tipo -Medicina, Biología, Mátemática o Física, por ejemplo-. Muy distinta, por otra parte, es también la consideración de una serie de saberes a los que habitualmente denominamos humanísticos -Filosofía, Filología o Historia.
Desgraciadamente, llegamos a la conclusión de dos universos del saber casi opuestos, definidos tradicionalmente en medios académicos como Ciencias y Letras. Esta separación supone la antagonía entre universos más cercanos de lo que parece, por ejemplo, la Lógica. No debemos olvidar que el origen de todo conocimiento científico -¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿hacia dónde vamos?- partió de la Filosofía. Es la citada separación académica -habría que hacer un ensayo sobre los males de la Ilustración- la que provoca tremendas lagunas hasta en el profesorado universitario.
¿Y las Ciencias Sociales? Parece claro, según el razonamiento actual, que no son disciplinas humanísticas. ¿Pero, siguiendo los esquemas contemporáneos, acaso se pueden considerar una Ciencia? ¿Cuántos catedráticos de facultades de Economía han sido capaces de aventurar esta crisis económica? ¿Cuántos darán con las soluciones adecuadas? Y es que el concepto de ciencia es tan discutible que debería hacernos replantear muchos de nuestros esquemas mentales. Al menos, un filólogo sabe analizar un soneto. ¿Sabrán hacer lo mismo nuestros prestigiosos economistas con lo que está ocurriendo?