Tal vez no somos más que una vida escrita con tinta simpática, entre renglones que todos pueden ver, hasta que un día la llama que creíamos extinguida va sacando datos, fechas, intenciones, afectos que nadie, ni nosotros mismos, sospechaba. Pero para entonces es siempre demasiado tarde. Porque la misma llama que saca a la luz nuestro vivir secreto, va quemando, destruyendo, lo que habíamos escrito hasta entonces a los ojos de todos.

Hace días escribía algunas líneas sobre la ansiedad que genera la segunda obra tras una opera prima exitosa. Al respecto, tenía la equivocada idea de que la primera novela de Trapiello había sido El buque fantasma y no ésta, pues El buque es una narración sobre juventud, de descubrimientos, con tintes biográficos y, sin embargo, La tinta se trata de una novela de madurez, de recuerdos. La paradoja es, efectivamente, que la novela de madurez es la primera y la de juventud fue la segunda. 
De las novelas de Trapiello también leí Los Amigos del Crimen Perfecto, Premio Nadal en 2003, pero no sé si fue antes o después de El buque. De lo que no tengo ninguna duda es que de las tres me quedo con ésta, con la que tiene por protagonista a ese viejo pintor llamado Corso. 

Es la mirada melancólica la que da coherencia a la obra (la vejez supongo que es lo que tiene). Inmediatamente me viene a la mente, por temática y localización italiana, La sonrisa etrusca de Sampedro. Sin embargo aquella era una melancolía que devenía en optimismo; pero aquí, al contrario, tenemos delante una melancolía eterna, que impregna toda la obra. Tal vez deberíamos leer estas novelas cuando somos jóvenes para aprender de la senectud y dejar las que tradicionalmente han sido consideradas para adolescentes para la vejez. Puede que no haya novela más novela que El Quijote y no haya viejo más joven que Alonso Quijano.

La excusa de la obra, lo que podríamos llamar "el caso del cuadro del jardín", nos conduce por una Roma de mujeres ambiciosas y hombres egoístas, una vieja ciudad de viejos palacios habitados por viejos nobles. Y cuando la narración parece que comienza a estancarse se produce un brillante giro en el argumento (del que, por supuesto -norma de la casa-, no hablaremos aquí). 

¿Es Trapiello uno de los mejores novelistas de España? No. ¿Es Trapiello uno de los mejores escritores de España? Sí. Su Salón de los pasos perdidos, su Las armas y las letras, son ya referentes en la literatura española contemporánea; mucho más que sus novelas que, siendo buenas, no alcanzan ese sobresaliente nivel. 
Probablemente sea Andrés Trapiello el menos leonés de los escritores leoneses, mucho menos leonés, por ejemplo, que su hermano Pedro, que es un escritor muy de cuento y de narración oral, de filandón. 
Cuando le entregaron el Premio Castilla y León de las Letras, el profesor Miñambres dijo: 

¿Por qué se le ha concedido el Premio Castilla y León de las Letras a Andrés Trapiello? Desde mi punto de vista, y entre otras cosas, porque es un hombre que ha dominado todos los géneros.

(Bueno, quizás no todos, puesto que yo no le conozco obra teatral).

Por eso, creo que leer sus novelas -y concretamente ésta- puede ser un buen punto de partida para introducirse en su obra. La obra de un hombre que domina todos los géneros (blogs incluidos)