De la obra de Trueba yo solamente conocía su parte cinematográfica. Fue guionista de la entrañable Los peores años de nuestra vida y asumió la dirección en dos notables filmes: La buena vida (con una sublime interpretación de Luis Cuenca) y la adaptación de Soldados de Salamina (uno de mis libros favoritos, siendo capaz de mantener el tipo). 
Aquí Trueba pinta un cuadro realista de nuestra sociedad, con el paisaje madrileño en segundo plano, diseccionando asuntos como la integración de los inmigrantes, los entresijos del fútbol, las relaciones sentimentales, las diferencias intergeneracionales o el éxito. Pero sobre todo en este libro lo que se pintan son fracasos. Las cotidianas derrotas de los cuatro personajes que protagonizan la narración se plasman con una sobria normalidad que conduce a reflexionar si nuestra sociedad ha dado demasiado valor a todo lo que rodea la popularidad. Hasta el futbolista exitoso es un ser derrotado, hasta la tía buena de la clase es un ser derrotado. Etcétera. La original pincelada de Trueba -su lenguaje- es directa, punzante y sin artificialidad, acentuando el realismo del cuadro madrileño.
Dicen que Guardiola regaló la novela a Messi, pero no veo yo al astro argentino del Barça entrando solo al Prado -o al MNAC, en este caso- como hace Ariel Burano o regalando libros por los cumpleaños. De hecho, ni siquiera veo al bueno de Lionel Andrés leyendo ese tomo de quinientas páginas que le acaba de entregar Pep. Veo a Leo dejando el libro en el asiento trasero del coche, un libro que se olvida, hasta que alguien lo rescata (no es Messi, quizás una mujer) y lo comienza a devorar y le gusta mucho. Como a mí.