Acostumbrado al cuadro neoclásico, de sofá y pijama y de caballete en estudio, contemplar el Bernabéu desde dentro, desde el plenairismo, produce una sensación como de Monet. Impresión, sol naciente. Impresión, Bernabéu, lo denomino.
Si uno ha conocido los monumentos y espacios más representativos de la capital de España, ¿por qué no ha pisado jamás ese estadio, que además conlleva una fuerte carga emocional? Hay dos explicaciones. Una, muy de justificación, puede ser el destino. La otra, me la guardo.
Comenzó golpeando el Levante en la ya clásica falta de concentración inicial blanca que el Real Madrid no logró devolver hasta el final de la primera parte. CR7, CR7 y CR7.
Quizás no fue una simple casualidad que el ya mito Roberto Carlos hiciera el saque de honor en el mismo día que Cristiano realizaba ese golpeo descomunal. Quizás tampoco fue una simple casualidad que ese golazo significara el 4000 de la historia del Bernabéu. Quizás Ronaldo había esperado a la conjunción de tan memorables acontecimientos. 
Cristiano lo celebró con un ridículo saltito al alimón con Mou, luego diluido en una emotiva comunión grupal madridista. Porque el madridismo lo representan mejor los que están en el césped que los que están en la grada. Cerca de mí unos tipos comían pipas junto a una pancarta para que Los Manolos les sacaran en la Cuatro.
A Cristiano le cantó todo el estadio. A Mou no. El otro cántico común fue la negativa a que allí se jugara la final de Copa del Rey. Sólo eso: oda a Cristiano y un no a la Copa. El Santiago Bernabéu es un ente silente, desconcertante para el novato. Es un espacio sobrecogedor que sobrecoge aún más por la carencia de sonidos -sobrecogedor, Bernabéu. Impresión, Bernabéu-. Ese lugar es contradictorio, es una anomalía generadora de intrigas, es un teatro griego.
El Levante de JIM demostró su posición en la clasificación evitando la goleada humillante y marcando el tres a dos, dejando nuevamente al aire las vergüenzas de la defensa. El cuarto del Madrid lo hizo Benzemá, con mucha calidad. Poco a poco los aficionados comenzaron a marcharse hasta dejar casi el estadio vacío sin haber terminado el encuentro. Un encuentro que, más que con un resultado de cuatro a dos, finalizó con diez puntos de distancia sobre el segundo para, salvo catástrofe, conquistar el título. Un título tan impresionante como el Bernabéu.