Que Will Smith ya no sólo era el príncipe de Bel-Air quedó demostrado cuando trabajó en las comerciales y aceptables Dos policías rebeldes, Independence Day y Men in Black. Lo que nadie podía imaginar es que aquel rapero graciosete se convertiría en uno de los actores mejor dotados de su generación, como quedó demostrado en Alí o En busca de la felicidad. Continuando esa ascendente línea, Siete almas consagra a Smith. Se trata de una película realizada para su lucimiento, que se regocija en el melodrama y carece de ritmo, pero que consigue lo que pretende, es decir, conmover y emocionar a un público necesitado de encontrar en el cine buenos guiones -como éste-, algo que parece hoy casi exclusivo de las series de televisión.