Tatcher pertenece a ese selecto grupo de políticos que supongo jamás volverán. Quizás fue la última representante de una era marcada por el personalismo y el carisma. Quizás Tatcher no era nada más (y nada menos) que la reencarnación de Churchill pero sin un cigarro entre los labios. Bebedores. Odiados y amados. Obstinados y contradictorios. Triunfadores y fracasados. Todavía no había llegado el fin de la historia, que diría Fukuyama
Sólo puedo decir que estoy bastante decepcionado porque la película deja un sabor amargo en la boca. Es un clamoroso error centrar la narración en la demencia senil de la antigua Primera Ministra. Ese continuo regresar al presente deja de lado su pasado. Hubiera sido una buena estrategia para una serie de televisión, pero no para un filme con un metraje muy limitado. 
Cuando uno tiene delante esa actriz, no puede desaprovecharla. La interpretación de Meryl Streep es intachable. Y por eso la peli desazona aún más. Por lo que pudo ser y no fue. Y peor aún cuando vemos que se retratan con cierta solvencia (pero superficialmente) los hitos de su vida política: su actitud contra sindicatos y en la guerra contra Argentina por las Malvinas/Falklands. Más desazón. El resultado parece no haber gustado ni a laboristas ni a conservadores: para unos carece de crítica; para otros centra la narración en la enfermedad. Oportunidad perdida, a fin de cuentas, por no elegir el camino del cine, como de cine fueron las vidas de Tatcher o de Churchill.