El Nobel Coetzee
no me atrapó en Diario de un mal año. Pero como todos en la vida merecemos segundas oportunidades, se la concedí.
Desgracia es una maravillosa reflexión sobre Sudáfrica. Es una exposición de las diferencias culturales, económicas y sociológicas entre negros y los blancos. Es un libro detallista, narrado en presente, deliberadamente lento en su acción, lo que nos permite degustarlo con más placer. En él no hay artificio ni mentira y su lectura infringe una dosis de frialdad sobrecogedora a nuestro interior
Un quijotesco profesor universitario y una alumna en Ciudad del Cabo; una lejana granja en el campo donde vive su hija. Dos escenarios opuestos sobre los que giran las páginas de una extraordinaria pero "siniestra" -palabra empleada por el propio protagonista- historia que me recuerda en su agobio existencial a El proceso. Sudáfrica en estado puro tras el apartheid. Un mundo duro y asfixiante completamente incompresible para los ojos de la vieja Europa. Y cuando ese universo nos supera, Coetzee, con gran inteligencia, recurre a la escapatoria del arte por medio de Byron y apela a la sensatez sanchopancesca en forma de la exmujer del protagonista.
En definitiva, un libro imprescindible, de un autor (ya imprescindible en mí) que, como todos en la vida, se merece una segunda oportunidad.