La terciarización de la economía a mediados del siglo XX -que implicó la aparición de una numerosa clase media- condujo a la sustitución de las zonas fabriles en los extrarradios por oficinas en los CBD de las ciudades. El espacio de trabajo se convirtió en un entorno en el que predominaban los teléfonos, las moquetas y las viejas y enormes computadoras. Las relaciones personales, lógicamente, también sufrieron una gran transformación.
La aclamada serie británica Th Office trata de analizar de una manera irónica -como solamente los ingleses saben relatarlo- el comportamiento de un grupo de individuos durante sus horas de trabajo. La narración se acerca al documental y la cámara se mueve como si nos encontrásemos en un Gran Hermano del trabajo contemporáneo. Los protagonistas reflejan una realidad humana aceptable y creíble, donde la evidente exageración de los estereotipos nos conduce a una sonrisa más cercana a lo amargo que a lo puramente cómico.
A la espera de ver su versión estadounidense, podemos decir que The Office, a nuestro juicio, se sitúa en el más elevado escalafón de las series, compartiendo liderazgo con auténticos pesos pesados como Lost, Dexter o Hermanos de Sangre.