Comparar siempre es un ejercicio arriesgado, aunque en nuestras vida siempre estemos comparando. Comparamos comidas, mujeres, coches, ciudades o equipos de fútbol. En este sentido, el paragone trataba de dilucidar cuál de las bellas artes era más importante. Quizás sea algo tan absurdo como inevitable en el ser humano. 
Para Stefan Zweig no hay comparación posible entre la complejidad del viaje de Magallanes y el de Colón: el marino portugués vence al italiano. El escritor lo justifica cuantitativamente mediante las travesías por el Atlántico y el Pacífico. Colón navega por aguas desconocidas durante cinco semanas; Magallanes lo hace más de cien días. 
La acumulación de nimiedades a veces nos hace grandes. Y la minuciosidad en la narración de todos los detalles de esta epopeya por parte del escritor suizo engrandece aún más la gesta. A fin de cuentas el objetivo de estos viajes no era otro que conseguir algo tan teóricamente insignificante como unas semillas o cortezas. Pero así somos los occidentales, que lo queremos todo, causando avances y conflictos. Magallanes ansía algo no exclusivamente occidental pero sí muy propio de su época: la gloria. En efecto, el nuevo antropocentrismo dominante en aquellos años alimenta esa búsqueda de la virtus, convertida en el leitmotiv de muchos personajes. Así lo plasma Maquiavelo en El Príncipe y así sucumben a ella tipos tan distintos, en teoría, como los artistas del Renacimiento o los aventureros americanos. Magallanes quiere ocupar un lugar destacado entre los grandes hombres de su tiempo; es más, quizá hasta le interesa la gloria por encima de la riqueza, quizá hasta prefiera lo espiritual a lo material. El portugués quiere brillar junto a Vasco da Gama y a Colón, y no escatimará nada para lograrlo. De este modo, cuando encuentra tras tantas agonías su objetivo, el paso, no vacila en avanzar hacia las Molucas en vez de regresar a España para comunicar la buena nueva al Emperador. No duda en aventurarse hacia lo desconocido en vez de volver con una flota más potente (y con fortuna asegurada). No, Magallanes no busca la seguridad, Magallanes busca la temeraria gloria inmortal por encima de la riqueza de los humanos. 
Sin embargo, la de Magallanes es una gloria a medias. Suele ocurrir. Tras haber sorteado todos los peligros posibles —frío, hambre, escorbuto o motines— no verá recompensada del todo su hazaña. La fama la tendrá que compartir con Elcano y el chovinismo español ensalzará a éste a su costa. Al genovés Colón le hicimos nuestro porque dársela a los Pinzón o a Rodrigo de Triana se hubiera notado demasiado, pero existiendo entonces un Elcano, ¿para qué necesitábamos un portugués?